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Crónica: De la noche, y de ti.

Algo pequeño y obscuro, solo para limpiar lo que hay dentro de mi cabeza el día de hoy. Tengo miedo de recibir la luz de la mañana. Miedo que al llegar el alba se lleve tu sombra de mi lado. Miedo a la curiosa soledad que representa el amanecer. Por eso amo la noche. Porque en la obscuridad puedo abrazar tu recuerdo y respirar tú aroma. Porque cuando la luz se extingue, siempre tengo el brillo de tus ojos para guiarme. Y me hundo en la profundidad del silencio, en ese manto negro, tan intenso, tan fluido, que evoca la suave caída de tu cabello sobre tus hombros. Pero si llega el alba, te iras, y viviré atado al recuerdo que dejaste en las ventanas, en la calle, en el viento. Escucharé tu nombre en los labios de la gente y no tendré otra opción más que esbozar una sonrisa y no mostrar ningún interés. El sol me ata a buscar tu rostro incansablemente entre la gente, esperando un guiño de complicidad que no llega más. Por eso recorro la noche, en espera de tu roce, de tu voz, de tu al

Crónica: de lo que espera al bajar la escalera

Desciendo de la escalera dirigiéndome a mi escritorio, esperando continuar mi cotidiana labor. Llego al descanso intermedio y de inmediato percibo ese olor: el aroma a sándalo que despide tu cabello combinado con las flores que matizan tu perfume. Reviso la planta completa y,  entre la gente, distingo claramente tus hermoso ojos, con esa profunda mirada que poco a poco se dirige hacia mí. Tus largas piernas me enloquece y me invitan a apresurar mis pasos al bajar. El escote de tu blusa parece más coqueto desde esta altura, y me reclama por el tiempo en que no lo he votado a ver. Sigo apresurado mis pasos, acercándome cada vez más a donde estás. Solo un par de escalones y podré acercarme y preguntarte como te va. Tal vez, si la situación lo amerita, pueda abrazarte y besar tu mejilla una vez más. Y entonces, al bajar el último escalón, mis pies me han jugado una broma y me han llevado al suelo, termino tendido junto a tu lugar. Esbozas una sonrisa, seguida de una ligera risa, y mientras

Crónica: de la irracionalidad del tiempo escrita en carta sin destinatario fijo.

Muy apreciable señor: Hace tiempo que vengo siendo acechad o por los fantasmas de mi pasado, por los círculos inconclusos, por las espirales ascendentes que la vida nos pone y nosotros decidimos dejar de lado. Hace mucho que sé que los demonios de mi pasado vienen a cobrarme las antiguas afrentas a las que di la espalda y corrí. Decidí que puedo, y debo, enfrentar el juicio de las personas antes de pasar a cosas más triviales como la muerte o trascender. Y eso es lo que hago, reconciliarme conmigo y con la vida, y esperar a que mis acreedores vengan a arreglar las cuentas. Y sin embargo vivo, amo, canto y hasta puedo darme el lujo de reír de vez en cuando. Pero usted, mi amigo, usted es un caso aparte. Usted no vive, no disfruta, no aprende. Usted solo gasta oxígeno, consume tiempo, drena la sangre de los demás. Su vida gira en torno a la duda, a la ignorancia, a la falta de comunicación. Su problema es por demás antiguo, vive en su ADN, lo lleva tan dentro de usted, que si se lo

Crónica: de los Ojos Fugitivos

Y pasa el tiempo y sigo sin verte, sin poder observar nuevamente esos ojos de intenso color, esa mirada que intimida, que incita, que invita. Y vuelvo repetidamente y por instinto a nuestro lugar de siempre, sin poder coincidir contigo, sin poder estar cerca, sin poder entender esta distancia que nos separa. Y extraño levantar la mirada de entre la gente que atenta me escucha, solo para encontrarme con tus ojos claros que fijamente se clavan en los míos, y recibir esa sonrisa que se enmarca en tus ruborizadas mejillas, y que solo puedo contestar sonriendo también. Y quiero pensar que, en la distancia, tus ojos fugitivos también piensan en verme otra vez.

Crónica: De los Jueves de burbujas

Hace tiempo que supe que existía esta noble tradición, de dedicar el jueves a recibir un baño de burbujas. Una sesión de meditación y autocuidado que no solo limpia el cuerpo, sino que refresca el alma. Y desde ese momento he vivido intrigado por saber como se lleva a cabo este ritual. Y nunca sabré como es, creo que solo me queda imaginar cada semana como deben de ser... La tenue luz de la tarde atraviesa la ventana y pinta de naranja toda la habitación. El aire se llena de un fragante aroma a canela, que despiden las docenas de velas encendidas en el salón. Cierras la puerta tras de ti, y caminas lentamente hacia la bañera, con tu pies descalzos y tu bata de seda. Te acercas sigilosa, como si no quisieras que nadie lo supiera. Abres la llave y el agua corre, pones tu mano bajo el torrente para verificar que no esté ni muy fría, ni muy caliente. Dejas que el nivel suba, mientras buscas en el estante un frasco de sales y burbujas. Lo tomas en tus manos y retiras el corcho, y disfr

Crónica: Del obscuro deseo de perderme en tu mirar.

Un poco burdo y sin pulir, solo para compartir con ustedes. Algún día tendré tiempo de trabajar en tanto escrito que requiere detallado. Saludos! ¿Y si te dijera, amiga, que hoy tengo unas ganas incontrolables de encontrarte fortuitamente y platicar? Ganas de coincidir en una mesa de café y verme reflejado en tus ojos profundos hasta echar raíces y vivir por siempre en tu mirar. Ganas de sentarme a tu lado en una banca del parque mientras tu cabeza descansa en mi hombro, y tu cabello despide ese aroma floral que envenena mi mente transportándola a un mundo irreal. Ganas de caminar por la calle asido a tu cintura, mientras me platicas como estuvo la comida. Ganas de abrazarte tan fuerte que respire tu esencia y formes parte de mi. Ganas de que tus labios y los míos se encuentren tan cerca que las palabras dejen de ser necesarias para entendernos. Ganas que mis dedos recorran cada centímetro de tu piel desnuda, que tu piel se impregne de mi aroma y arrancar cada suspiro que tu pecho

Crónica: Del Sonido de tu Ausencia

Desde Abril del 2009 vive guardada entre bytes esta crónica, que versa de la melancolía del silencio... El deber te ha llamado como suele hacerlo, y ante tu inminente partida preparo ese lugar que se vuelve mi refugio en tu ausencia. Acarreo provisiones y me armo de valor para enfrentar a la soledad. Preparo mi equipo, y escucho a los gladiadores mientras pelean a lo lejos en una pantalla. Dorothy me acompaña, como siempre mi confidente, dispuesta a escuchar lo que tenga a bien decirle. Y de pronto sucede. Desconecto por un segundo a mi cerebro, y dejo que mi oído escudriñe el lugar. No lo había notado, pero la computadora hace un pequeño siseo mientras trabaja. Un poco más atrás, un moderno merolico tecnificado y en alta definición intenta convencerme de los milagros que puede hacer con solo una llamada de mi parte, y claro, un poco de efectivo. Un poco más allá se escucha el silbido del viento en la ventana, y claramente puedo sentir el roce del aire en mis mejillas. Disfruto d