Crónica: Del Sonido de tu Ausencia
Desde Abril del 2009 vive guardada entre bytes esta crónica, que versa de la melancolía del silencio...
El
deber te ha llamado como suele hacerlo, y ante tu inminente partida preparo ese
lugar que se vuelve mi refugio en tu ausencia. Acarreo provisiones y me armo de
valor para enfrentar a la soledad. Preparo mi equipo, y escucho a los
gladiadores mientras pelean a lo lejos en una pantalla. Dorothy me acompaña,
como siempre mi confidente, dispuesta a escuchar lo que tenga a bien decirle. Y
de pronto sucede. Desconecto por un segundo a mi cerebro, y dejo que mi oído escudriñe
el lugar. No lo había notado, pero la computadora hace un pequeño siseo
mientras trabaja. Un poco más atrás, un moderno merolico tecnificado y en alta
definición intenta convencerme de los milagros que puede hacer con solo una
llamada de mi parte, y claro, un poco de efectivo. Un poco más allá se escucha
el silbido del viento en la ventana, y claramente puedo sentir el roce del aire
en mis mejillas. Disfruto de su suave tacto cuando descubro que un poco más
adelante un grave zumbido se produce mientras el frigorífico cumple con su
cometido de preservar nuestros alimentos. Y a unos pasos de ahí, Totó narra en
su propio dialecto canino sus hazañas a sus amigos y vecinos, seguramente con
la intención de volverse famoso y querido entre ellos. Aunque a veces escucho
también que se queja porque no estamos con el. Y la planta baja no es la
excepción. Las puertas del local y la casa cantan y se hacen coros, motivadas
por la tonada del viento que las hace expresarse. Y esa infinita gotera que
siempre intento arreglar, y que cuando más confiado estoy en que ha cedido, es
solo porque juega conmigo en espera de la noche para volver a sonar. Y más
afuera, los vecinos tienen una celebración en casa, y la música se escucha,
opacada por los gritos de alegría que dan de vez en vez, y el ocasional sonido
inconfundible del vidrio cuando impacta el suelo. Y me doy cuenta de un
fenómeno curioso: nunca me había percatado del gran tamaño que tiene la casa.
Es enorme, pero pese a la gran cantidad de ruidos que hay se siente vacía. Y es
porque tú no estás. Falta tu risa, tu voz, tu presencia, tu amor.
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